La visión humanizadora de la Psicología

La psicología como disciplina ha debido recorrer un largo camino, caracterizado éste, por un sinnúmero de dificultades que han significado casi de manera invariable, al igual que otras disciplinas, amoldarla al discurso del poder.

 

 

En el mundo antiguo (Grecia Egipto, etc.) es posible encontrar intentos de explicar lo “psicológico” tomando en cuenta de manera importante lo subjetivo de fenómenos asociados a los problemas del alma, que ciertamente no prosperaron, pero aún así es interesante mencionarlos, ya que implican un atisbo de incorporar el contexto y la subjetividad, entendida como la percepción del mundo que lo rodea que tiene cada individuo, para explicar problemas asociados a algo que va más allá del cuerpo.

 

 

En la edad media, hay un giro hacia las explicaciones creacionistas, religiosas y cualquier expresión que se juzgase inapropiada o contraria al catolicismo dominante, rápidamente era calificada de posesión demoníaca o brujería, haciendo extensiva esta calificación a otras religiones y otras culturas. En el siglo XVII, René Descartes, con su discurso del método y sus cuatro reglas, provoca un cambio sustantivo en la forma de ver el mundo (racionalismo), la noción de ciencia toma fuerza y los problemas subjetivos son vistos como traspasos del alma al cuerpo, ya que se plantea una dualidad mente cuerpo “indiscutible”.

 

 

En la segunda mitad del siglo XIX, debido a los avances de la ciencia y de los estudios médicos, la Psicología pugna por participar de esto y en 1879 adquiere este estatus debido al laboratorio de Wundt (1879). Es aquí donde nuestra disciplina emprende un camino complejo en virtud de la obsesión de muchos de sus eruditos por ser considerados ciencia. El concepto de salud mental, toma fuerza en el siglo XX, apuntalado por el desarrollo de la psiquiatría descriptiva, ésta poco a poco va ganando terreno y va imponiendo una nosología psiquiátrica (DSM) que le permite establecer una separación tajante entre lo “normal” y “anormal” y a la vez imponer la idea de que los sufrimientos o padecimientos psíquicos tienen, principalmente, un sustrato orgánico y este sustrato estaría en el sistema nervioso central.

 

 

Esta nosología de las patologías mentales no se da solo por el hecho de descubrirlas mediante el estudio o por mera casualidad, es importante señalar que esto tiene un co relato en el poder. Cuando se habla de salud mental, de inmediato se entiende que existe lo contrario, es decir la enfermedad mental, pero no solo eso, además también esta implícita la idea de que existirían sujetos que funcionan mal mentalmente, que no se adaptarían de manera adecuada, así la responsabilidad recae en estos. Al existir personas enfermas mentalmente, el sistema tiene la “obligación” de intervenir y realizar su obra normalizadora, ocupando entre otras disciplinas la psicología y la psiquiatría.

 

 

Al lograr imponer, en el curso de la historia y con mayor fuerza en la segunda mitad del siglo XX, la idea generalizada de que los problemas psicológicos se deben exclusivamente al mal funcionamiento neurológico, electroquímico, se establece una “normalidad mental”, reforzada y tutelada por el discurso normativo. ¿Pero qué es esto? el discurso normativo nos señala que cualquier sufrimiento psíquico se debe a problemas adaptativos del individuo y dichos problemas se producen por el mal funcionamiento de su cerebro, es decir no es el sistema político social, en ningún caso es dable pensar en situaciones contextuales, culturales o históricas sino simplemente en el mal funcionamiento o trastornos mentales.

 

 

El fin de la historia ya fue decretado y las ideologías muertas, solo nos queda por tanto someternos a la normalización que asume como deber la terapia psicológica con el fin de iniciar un proceso en el que el individuo es retrotraído al estado anterior en donde era “normal” y pueda seguir siendo funcional al sistema. La “salud mental”, la Psiquiatría y la Psicología tradicional como un dispositivo normalizador Las personas que, por diversos motivos, se ven afectadas en su diario vivir y les resulta complejo el seguir “funcionando” son catalogadas como anormales o a lo menos como que pasan por un periodo de anormalidad. La psiquiatría descriptiva o tradicional a desarrollado una nosología en donde mediante la estadística y estandarización tipifica lo anormal.

 

 

Esta tipificación no solo contempla lo que tradicionalmente se denominó locura, no, ha ido mucho mas lejos, incluyendo dentro de su catalogo de enfermedades mentales cuestiones como la rebeldía, el disenso, la tristeza, el embarazo etc., un buen ejemplo de esto me parece es la explicación que se da al caracterizar el llamado “trastorno de déficit atencional con hiperactividad” (DSMV) en donde nos describen simplemente a un niño inquieto, pero catalogado como enfermo. Estas disciplinas, en su versión tradicional, con el apoyo y auspicio de la industria farmacológica tienden a la medicalización de los problemas subjetivos, es decir estos problemas son vistos en primer lugar como enfermedades, y de inmediato asumen la labor de, mediante terapia, volver al “enfermo” a la normalidad para que pueda seguir siendo funcional al sistema capitalista, aquí no importa lo que siente el sujeto, su forma de vivir el problema, solo importa medicarlo, solucionar sus problemas neurológico y modificar su manera inadecuada de pensar y ver la vida.

 

 

Michel Foucault, llegó a plantear que el rol del psicólogo en la actualidad tiene por objeto reemplazar lo que fue en siglos anteriores el cura en el confesionario y precisamente me parece que esta afirmación da cuenta de la labor normalizadora de la psicología y la psiquiatría, el poder que se ejerce sobre el sujeto pudiendo determinar si actúa bien o mal, si está enfermo o no en la medida que éste se adapte al sistema y sea capaz de producir sin hacer cuestionamientos de fondo. En tanto el objetivo de estas disciplinas sea el de retrotraer al individuo al estado anterior a su “enfermedad”, a la normalidad estándar, su labor tiene el sentido de dominación como herramienta útil y eficaz del poder imperante.

 

 

Desde hace algunas décadas existe y gana terreno lentamente una visión distinta, que es capaz de cuestionar el carácter farmacológico y medico asignado a los sufrimientos psíquicos, que no pretende ser parte del gran negocio que reserva pingues ganancias a quienes ponen en práctica la circularidad terapéutica que hace muy difícil a un paciente que una vez entro, salir. Esta visión descarta las verdades absolutas y no pretende obtener el estatus científico, sino más bien se centra en el sujeto y la percepción que tiene cada cual marcada por su cultura, su contexto, su historia. Rechaza también el concepto de patología y la pretensión de sustrato orgánico. Desde una visión humanizadora intenta revertir el carácter autoritario de la psicología tradicional, esperemos que tenga éxito.

 

Juan Carlos Contreras

Psicólogo