Acerca de la actual participación política de los jóvenes y la militancia.

Como joven he oído a muchas personas manifestar que, supuestamente, la juventud actual ha tendido a una creciente indiferencia entorno a la política. Lo he escuchado decir particularmente desde los más adultos y de aquellos que llevan una extensa militancia. Justamente, se me ha mencionado la limitada cantidad de muchachos que deciden militar en un partido como argumento para sostener dicha conclusión. Sin embargo, existe también la cara opuesta de la moneda. Y es que, hay a su vez un grupo (no me arriesgaría a aseverar si es mayor o menor) que afirma lo contrario, es decir, que la juventud interviene más en el ámbito político de lo que lo hacía en un pasado. Como obvia consecuencia de la contraposición entre estas dos posturas, se me instaló abruptamente la duda con sus interrogantes. ¿Son los jóvenes menos participativos en la política que antes o, es completamente al revés, y actualmente tienen mayor injerencia en este terreno? Ciertamente es un cuestionamiento interesante, pero me gustaría tratar de profundizar más en el asunto con algo que me parece aún más crucial: ¿Qué es la participación política? ¿De qué maneras se puede participar en la política? ¿Es la militancia algo relevante para conseguir una genuina actividad y/o contribución política? Es exactamente esto lo que considero el meollo de esta discusión y es aquí donde afirmo con convicción que no: los jóvenes del presente no son más apolíticos que los de otros tiempos. Y nuevamente sostengo que no; la militancia no es sinónimo de una mayor contribución. Por lo tanto, mi intención no es poner a competir a distintas generaciones para calificar cual es o fue más participativa en política, sino aportar con cuestionamientos acerca de qué es la participación política y poner en tela de juicio la afirmación de que la militancia es un ejercicio más válido, radical o eficaz de llevarla a cabo, exponiendo de paso los legítimos motivos por los que los jóvenes deciden no militar en partidos.

 

Primero que todo, me gustaría iniciar por desmitificar la idea de que la juventud actual tiene menos interés por la política que generaciones pasadas. Para este fin, presentaré datos estadísticos acerca de la participación juvenil en actividades de carácter político. El Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) ha realizado un sondeo en el que se concluyó que el interés de las y los jóvenes por la política se ha acrecentado en la última década, de hecho, el estudio demostró que más de la mitad de la población joven participó en al menos una actividad de carácter político durante el contexto de estallido social, con un 57% de participación, mientras que las personas adultas participaron considerablemente menos, con un 40%.

Yo también he realizado una encuesta donde han participado jóvenes en un rango etario de los 17 a los 29 años (similar al rango de 18-29 años que se utiliza para medir los militantes jóvenes de los partidos políticos), donde he consultado si es que la política es un tema de su interés particular. Los resultados arrojaron que para el 69% (25 personas) de los encuestados, si es de su interés la política, mientras que para el 31% (11 personas) no lo es. De igual manera y para contrastar dicha información, he consultado solamente a personas que si tengan interés por la política si es que han militado alguna vez en un partido, resultando que tan solo el 11% (4 personas) ha militado en algún partido, mientras que el 89% (31 personas) jamás ha militado en uno.

 

¿Qué conclusiones podemos sacar a partir de estos datos? Me parece que está bastante claro. A una importante mayoría de los jóvenes SI les interesa e importa la política, mas no les atrae la idea de militar en algún partido político. Por lo tanto, la escasa cantidad de jóvenes que militan en partidos no tiene relación con una supuesta indiferencia de estos con respecto a la política, sino que, por algún motivo (o varios), los jóvenes rechazan la idea de militar porque su rechazo es, precisamente, hacia los partidos. Muy probablemente y me arriesgaría a decir que es casi un hecho, esto se deba a que no lo ven como algo que contribuya a la transformación de nuestro país. Aquí es donde aparece mi análisis de la situación: ¿Por qué sucede esto? ¿Cuáles son los motivos por los que la juventud tiende a rechazar la militancia? ¿Existen explicaciones que fundamenten tal animadversión? Por supuesto que las hay, y es exactamente eso lo que debemos responder.

 

La política y todo aquello que es político se nos suele presentar de una sola manera a través del discurso hegemónico del sistema predominante. En este sistema, la política se impone como un monopolio; algo unívoco que se asocia siempre a una sola vía que se presenta como la única posible: Esta vía es la de la institucionalidad que, a su vez, siempre tiene como finalidad adherirse estrictamente a lo que se nos inculca desde pequeños como “Democracia”. Es hacia esta supuesta “democracia” que, casi todo el tiempo, desembocan las acciones y los esfuerzos de los partidos políticos. Dicho de otro modo, hay una propensión de los partidos a delimitar todo su accionar en base a este discurso hegemónico. Muchas personas, pero esencialmente los jóvenes, desde hace años que se han percatado de esto.

 

Un hecho que demuestra irrefutablemente el interés de los jóvenes por la política, a la vez que explicita esta tendencia hacia lo hegemónico de los partidos, es lo acontecido en octubre del 2019 y todo lo que con ello se sucedió. La juventud fue el motor del “estallido” tras manifestarse valientemente por las alzas en las tarifas del transporte público y siguió teniendo un papel protagónico durante todo el tiempo que duraron las protestas. De hecho, esto no solo demuestra interés, sino que además fue un acto político, y uno muy potente, que deja en evidencia la capacidad de acción de este sector. Esta manifestación estudiantil atravesó a toda la sociedad chilena marcando un hito histórico para nuestro país. Una gran masa de todas las localidades y edades salió a la calle a manifestar su indignación por lo que considerábamos años de injusticia. Para nuestro contexto, me parece que este es un acto político en todo su esplendor, ya que se desmarca de cualquier lógica institucional predominante, constituyéndose y desarrollándose desde fuera, por medio de la movilización popular, sin pausas, sin esperar autorizaciones gubernamentales y haciendo caso omiso a las acusaciones de ser un acto “antidemocrático”. Sin embargo, toda esta masa que aplacaba ferozmente cualquier despliegue militar y/o policial, tuvo un desenlace decepcionante. Adelantándose a la jugada, desde arriba, los políticos con el respaldo de sus respectivos partidos (muchos de “izquierda”) salvaguardaron al gobierno y, más trascendente aún, a todo el sistema que lo sostiene. El famoso “Acuerdo por la Paz” del 15 de noviembre del 2019 pondría todo este movimiento que era potencialmente revolucionario en las fauces de la institucionalidad y, por ende, del sistema. Esto demuestra la potencial capacidad transformadora de la juventud, mientras que nos enseña una vez más la exasperante estaticidad que complacientemente preservan los partidos políticos.

 

Si hiciéramos uso de la filosofía marxista-hegeliana para analizar esta situación, podríamos describirla dialécticamente de la siguiente manera: El discurso hegemónico que respalda a la institucionalidad por medio de esta pseudodemocracia vendría siendo la tesis. Los partidos políticos al ceñirse con rigor a este discurso no interactúan con este como un opositor, es decir, una antítesis, sino que lo conservan y, por lo tanto, son parte del sistema y carecen de cualquier propósito y potencial transformador. En este sentido, los partidos políticos no interponen ningún tipo de acción política, ya que, para nuestra vereda, cualquier acto que carezca de carácter transformador también está despojado de cualquier sentido político. Por ende, desde esta perspectiva los partidos desempeñan una función más bien administrativa y/o burocrática que la de producir cualquier tipo de cambio significativo en el sistema dominante.

 

 

Cristian Contreras G.