UNA NIÑA EN MONTE GRANDE (Carlos Alberto Antipani)

Generalmente al hablar de una personalidad, la situamos en la edad adulta, cuando sus logros son lo más importante, cuando la fama o el reconocimiento le preceden. Pero esa persona viene de algún lado, no sabemos qué circunstancias moldearon su carácter, sus padres, la familia, el lugar, el entorno, en fin.

               Vamos a hablar de una niña, que, de mayor, consideró a Monte Grande, su patria chica y que dé, “grande” solo tenía el monte, pues el pueblo era un caserío de pocas casas y mucho espacio, de cerros y caminos que iban para todos lados y para ninguno. Para cualquier niño o niña era un lugar para descubrir, sin embargo, Gabriela, o más bien, Lucila no aspiraba a recorrer físicamente el mundo, muy luego sabríamos que su principal aventura eran las palabras, donde el mundo se abría con sus claros y oscuros, que la pobreza azotaba inclemente, la explotación, la falta de recursos, que la negación de justicia a los más necesitados era una constante.

          Vemos a Lucila, su madre la llamaría, ¿Luci?, ¿Luz?, ¿Lucilita?, no sabemos. La imaginamos en la huerta, buscando las piedras que le hacían sentido, aquella por su color, esta otra por su forma, amontonándolas, deshaciendo lo construido. Ahí están sus cuescos de frutas, y su pensamiento que camina imparable. Este huerto que estaba bien plantado, le permitió disfrutar de la uva generosa, de los duraznos y damascos mareadores por el sabor que siempre exigiría a la fruta. Nos dice Lucila /Gabriela, “Tal vez la extensión de esos dos padrinos míos -patio y huerto- no pasaban de una hectárea, pero como no fui yo ni corredora ni activa, aquel “cuarto de cuadra” me valió como… una granja entera” además agrega: “Con lo cual, mi holgura, mi festín del Antiguo Testamento tenía lugar, no en el banco escolar, sino a la salida de la clase, en un lugar increíble. Había una fantástica mata de viejo jazmín a la entrada del huerto. Dentro de ella, una gallina hacia su nidada y unos lagartos rojos, llamados allá iguanas, procreaban a su antojo; la mata, además, era escondedero de todos los juegos de albricias de las muchachas: adentro de ella guardaba yo los juguetes sucios que eran de mi gusto; huesos de fruta, piedras de forma para mi sobre natural, vidrios de colores y pájaros o culebras muertos; aquello venía a ser un revuelto basural y a la vez mi emporio de maravillas.”

Su vida, desde los tres años, está rodeada de mujeres, la madre, la hermana mayor, quien le enseña las primeras letras, su padre se largó a recorrer el mundo y murió sin saber, sin enterarse de los logros de su hija, pero le dejó un legado valioso, unos versos que le impactaron y marcaron su rumbo

¿Cómo no ser profesora si su casa fue una escuela?, si se levantaba con los niños de la escuelita rural de la cual su hermana con 18 años era su profesora. Ahí en la parte posterior jugaba, y luego sin mayor preámbulo o transición pasó al salón donde recibiría sus primeras lecciones.

En Monte Grande trascurre su niñez, retraída, haciendo de la huerta su mundo, donde los castillos y viajes se sucedían unos a otros, admirándose de la belleza de las flores, de la delicadeza de la floración en primavera. Más de una vez, quizás cuántas, levantó la vista hacia los cerros, donde los pirquineros buscaban en vano la veta milagrosa que les haría ricos, cuántas veces le gritaría su madre, “Lucila, a almorzar”, “Lucila a tomar once”, “Lucila a dormir que es tarde”, y, según sus propias palabras, su madre le decía: “Ven chiquita, que ya está oscuro”. Cuántas veces su mente divagaba, cuántas veces ya tenía en su mente que su futuro será escribir, que sería maestra, que andaría por el mundo, que buscaría el amor, que sería amada.

Cuando salía de su casa, en la calle se debe haber encontrado con los campesinos, pobre seres que arrastraban su miseria, fue ahí donde vio por primera vez esos piececitos de niño, azulosos de frio, seria ahí donde contempló una ronda, donde empezó a darle cuerpo a ese “velloncito de mi carne que en mis entrañas tejí”.

Un niño, una niña sin sueños, ¿qué es? Se despierta, se sobresalta, el futuro, ¿qué será de mí? Pero sueña, ya se ve tras la mesa donde se apilan los libros para dar las clases. Su fantasía le lleva a explicarle al señor árbol, que sus raíces de alimentan de agua, sus hojas del sol y que la sombra que da es un regalo para los días de calor, para cuando un viajero viene acalorado y a sus pies se refresca, les habla a las flores, les explica el proceso de la polinización, de lo importante que son las abejas, le habla a su muñeca de loza y trapo, la sienta y esta queda quietita, sin hablar… ¿será así la vida real?

Ser retraído o retraída era en algún momento signo de necedad, pero en esta niña era una prueba más de que se preparaba para una gran tarea. “Debo haber llevado el aire distraído los que guardan secreto, que tanto ofende a los demás”, diría la mismísima Lucy/Gabriela. La vida no es fácil, me van a decir a mí, ¡claro!, pero mi vida no cuenta en esta historia… La vida no es fácil, de Monte Grande se va a Vicuña, a estudiar. Una acusación frustra su precoz experiencia estudiantil, de ahí en adelante será una autodidacta, escribirá sus primeros versos, poco a poco será su tránsito a la juventud y adultez, pero siempre su mirada estará en ese poblado que tanto amó, Monte Grande, con sus cerros, su huerto y su paz que le acompañaría siempre, y a la que quiso volver cuando la vida dejara de ser su compañera.

Niña Gabriela, o más bien Lucila o maestra, poetisa, escritora o mujer consciente y transgresora en su tiempo. Te recuerdo en esos corredores, en tu Monte Grande, menuda, morena, de ojos verde claro, con la mirada perdida, tejiendo palabras, imágenes, sensaciones, luego la vida, el mundo, sus alegrías y tristezas, el amor a tu modo y un legado que será imperecedero. Salud niña, por siempre Gabriela/Lucila.

           

(Escrito por nuestro amigo Carlos Alberto Antipani y leído en el acto-homenaje realizado a nuestra ilustre poetisa por los trabajadores del Departamento Provincial Santiago Sur del Ministerio de Educación, el año 2022).