Las aristas de la inmigración.

De partida haré una afirmación clara y precisa:  la inmigración existe desde los albores de la humanidad. Desde que las primeros grupos humanos se reunieron entre el Tigris y el Éufrates, y a lo largo del río Nilo, estamos hablando de hace 35 siglos o 1.500 años antes de Cristo.  Es aquí donde surgió la aldea, los rudimentos de la sociedad.  Es sabido que todos nosotros pertenecemos a un origen común, que tenemos en nuestro ADN un trocito del oriente medio.  Estas primeras civilizaciones surgieron en espacios geográficos que permiten la producción agrícola de alta intensidad. Desde esa época, el hombre se desplazó, a lo que hoy es Europa, el Asia y América.

                Desde esos tiempos el hombre (como especie) se desplazó, corrió caminos, utilizó las técnicas rudimentarias de desplazamiento, por tierra y por el mar. En estricto rigor, fue un eterno inmigrante.  Emigró dentro de su continente, también fuera de él. Como llegaron estos primero habitantes a nuestra América, surgen teorías, hipótesis, pero de que llegaron, llegaron.

Comparto la idea que el descubrimiento de América es una inmigración.  Una inmigración bien especial, que sometió, esclavizó y expolió a un continente, tanto económica como culturalmente. Durante años el trasiego de españoles a la América fue profuso. Cada vez más y más territorio se descubría, y cada vez más la sed de riquezas era también exponencial. No diremos aquí que la espada y la cruz cometieron crímenes de lesa humanidad, que irrespetaron los derechos humanos de los pueblos originarios y sus derechos civiles, culturales y religiosos, eso será una historia aparte.

Nuestro país en algún momento promovió la inmigración, Vicente Pérez Rosales en el siglo XIX se dio a la tarea en Europa de traer Colonos para el Sur de Chile, claro, su visión era que los pueblos originarios no serían capaces de desarrollar una economía capitalista.  Al considerar a los habitantes nativos, incultos, atrasados, y apegados a la tierra, sin abrirla al comercio que la metrópoli demandaba.

Así es como llegaron alemanes fundamentalmente, pero también de otras nacionalidades.  Se les proveyó de semillas, animales, forrajes, herramientas y maderas para construir sus viviendas.  Haciendo política ficción, ¿Qué hubiese pasado si esas ayudas se hubieran dado a los habitantes originarios de nuestro sur?  Me imagino que hubiese sido un salto cualitativo en la integración de ese territorio al naciente Estado chileno.

                       Luego a fines del siglo XIX y a principios del siglo XX, se aprecia el arribo de inmigrantes italianos, palestinos, sirios, después crotas, yugoslavos y muchas otras nacionalidades.  Después llegarían los exiliados que huyen de la Dictadura Franquista, pero siempre, el flujo de personas que llegaban al país no se detuvo.

                       En los años setenta encontrar en el centro de Santiago a una persona de raza negra. era todo un acontecimiento.  Que decir de encontrar a un peruano, boliviano o a cualquier persona de nuestra América latina.

                       Hoy la realidad es muy diferente, el centro de Santiago es un crisol de nacionalidades, muchos haitianos, peruanos, bolivianos, colombianos, algunos chinos, argentinos y muchos, muchos venezolanos.

                       La inmigración es un fenómeno complejo y cambiante.  En los años setenta a los noventa, la inmigración de los países latinoamericanos se dirigía a Europa, a España, Francia, Suecia y Alemania preferentemente.  Hace mucho tiempo que las puertas de Europa se cerraron a la inmigración latinoamericana.  En efecto, se restringió la inmigración haciéndose esta más selectiva, y restrictiva, seleccionando   a los migrantes de acuerdo con las necesidades inmediatas que tiene un país para cubrir puestos de trabajo, se produjo lo que se da en llamar brain drain o “drenaje de cerebros”, que se manifestaba en atraer a científicos, tecnólogos y especialistas. Se suma a lo anterior que, con el derrumbe de los países comunistas del Este, al pasar a ser parte de Europa, se produce una migración masiva de polacos, húngaros, rusos y en general de los países del Este.

                      La inmigración según la ONU, según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es un Derecho Humano.

                       Tenemos que decir que desde los noventa y a principios del dos mil, se produce un importante flujo de inmigrantes hacia Chile, masivamente llegan peruanos, bolivianos, argentinos.  Luego en el dos mil, masivamente, abrumadoramente llegan a Chile los inmigrantes provenientes de Haití. 

                       Chile es un país claramente clasista y racista. Si ya la presencia de peruanos y bolivianos era tolerada medianamente, la llegada de los haitianos significó el rechazo a estos “negros”, que venían poco menos que de la prehistoria y que arrastraban los prejuicios que se manejan en estos casos, que son sucios, flojos, que nos vienen a quitar el trabajo, nuestro lugar en la fila del consultorio, de la escuela y de la vivienda. No está demás decir que mucha de esta inmigración era ilustrada, muchos profesionales que les encontramos en cualquier trabajo, la construcción, el comercio y la industria.

                                 La inmigración es un fenómeno cambiante y depende de los ciclos económicos, de la situación política, dictaduras, seguridad personal. Chile después del golpe militar fue un país neto de inmigración, política primero y luego económica. Venezuela, Suecia, Argentina y el resto del mundo recibieron a nuestros compatriotas. No siempre la vida del extranjero fue fácil, el exiliado económico sufrió más, persecución, malos tratos, prisión muchas veces. 

                                 En estos momentos la inmigración muestra una nueva cara.  Hasta ayer la migración de venezolanos fue muy bienvenida, claro venían huyendo según ellos de la dictadura madurista (que no es tal).  Los empresarios hicieron su agosto, los venezolanos la mayoría eran profesionales, de las capas medias, y aquí se les contrató por la mitad del salario de un profesional local. Pero siguieron llegando, aún más, un presidente de brazos cortos les invitó fraternalmente.  Y no esperando mayores invitaciones se vinieron en masa, eso sí que ahora ya no eran solamente profesionales y gente de buen pasar, llegaron también muchos pobres, trabajadores sin calificación, y hoy vemos a muchos por ahí mendigando, en las calles, cantando en el metro y muchos también delinquiendo.  La opinión es hoy en día que ya son muchos, que están en todas partes, en el comercio, en el trasporte tipo Uber, en la salud, en los barrios y se siente progresivamente una animadversión hacia ellos.

                                 Los ciclos económicos son cambiantes, en un momento Argentina era un país boyante, rico y lleno de oportunidades, Venezuela en un tiempo era lo mismo. Pero los tiempos cambian, la economía cambia, en su momento en Chile era el país más estable, seguro y con prosperidad económica.   Hoy el crecimiento no es el mismo, tenemos crisis política, después de la pandemia los indicadores económicos como la inflación están al alza, el desempleo también, se agudiza la falta de vivienda, la educación en crisis, por lo tanto, el “oasis” que en su momento soñamos ser ya no es tal.

                    Según una publicación, el 2015 por cada inmigrante en Chile, había el doble de chilenos en el exterior, tanto extranjero en Chile no es el tema.  Hay países que tienen más de la mitad de su población en el exterior.  Se debe entonces entender que, si bien en este momento podemos ser receptores de inmigración, en algún momento nos puede tocar a nosotros ser parte de ese flujo migratorio. Europa y Estado Unidos requieren de la inmigración.  Las sociedades están envejeciendo, se requiere mano de obra para el campo que se ha despoblado, se requieren profesionales, se necesitan personas para el cuidado de los ancianos, para realizar los trabajos que los obreros y trabajadores de los países desarrollado ya no quieren realizar.

                    Si una familia de Bolivia, Perú, Ecuador, puede tener tres comidas diarias en Chile, estoy con esa inmigración.  Si un colombiano puede estar tranquilo sin la expectativa de la violencia que se abate sobre su país, bienvenido sea.  Está claro que no deseamos a los delincuentes, asesinos, narcotraficantes, plagiadores, esos no son bienvenidos, abrimos las puertas a quienes trabajan honradamente, que vienen a aportar a este país.

                    Que nos quitan el trabajo o la vivienda. Yo les respondo, la cesantía, la falta de vivienda, acceder a una buena educación, no es culpa de la inmigración. Con migrantes o sin ellos nuestro sistema político y económico, la desigualdad e injusticia hacen que tengamos siempre déficit en la satisfacción de las necesidades sociales. Latinoamérica es un continente rico, en recursos naturales, ricos en belleza natural, ricos en gente trabajadora y honesta, pero que han sido explotados inmisericordemente, las riquezas se desplazan hacia los centros imperialistas, de viejo o nuevo cuño. La inmigración es una realidad, la injusticia e iniquidades solo será dejada atrás cuando nuestros pueblos comprendan que las fronteras son una construcción obsoleta, que nos une el lenguaje, la cultura y ser parte de un continente con el mar que nos rodea con riquezas infinitas.

                    Atención, se está produciendo un proceso de recolonización que traerá nuevos flujos migratorios hacia Latinoamérica, esto pues tendremos más disponibilidad de agua potable y alimentos.

                    Por último, no se trata de ser proinmigrante, se trata de tener conciencia de que es un derecho humano, que no sabemos cuándo las condiciones económicas, sociales y políticas van a cambiar. Los ciclos económicos son como las olas del mar, de repente estamos en la cresta de la ola, pero inexcusablemente estaremos luego en el descenso y la recogida. Si venimos desde un mismo origen, si en nuestros genes estamos hermanados con los africanos, que tenemos algo de los asiáticos, y que nuestro paso por la vida será mejor si lo hacemos pensando y actuando acorde con la humanidad. Cada uno de nosotros tiene algo de un inmigrante, sangre europea, de algún pueblo originario, africano tal vez, el color de la piel es un accidente, solo nos separan los prejuicios, el racismo, la creencia que podemos ser superiores. Podríamos parafrasear al manifiesto comunista, “hombre y mujeres de todos los países uníos”

                    Está claro no todo cabe en un pequeño espacio, queda mucho por decir, pero por lo menos está lo más importante.

Ultima hora, último minuto, el ejercito chileno se despliega en la “macrozona norte”, objetivo combatir, (pues no es otra cosa la que hacen la Fuerzas Armadas), la inmigración. Sabemos que ayer en el Mediterráneo murieron 40 personas, entre ellos muchos niños, en su afán de huir de la pobreza, el hambre o las guerras. Esto es porque ya hace mucho que los países europeos han cerrado sus puertas al igual que Chile a la inmigración.

                           Dentro de los supuestos erróneos es el de vincular a inmigración y delincuencia.  Según datos estadísticos confiables, el porcentaje de actos delictivos cometidos por extranjeros no supera el 2 o 3%.  La labor asignada a los militares será la de el control de identidad y pertenencias de las personas que crucen la frontera. Es de suponer que si una persona no cuenta con entrada legal se le devolverá a la frontera. Entre otras medidas, relacionadas con la inmigración se pedirá ahora a los turistas justificar con dinero su estancia en el país.

                           Un apunte desde la política, lamentablemente el actual gobierno de tendencia progresista cae en las mismas practicas de la derecha.  En efecto, militarizar el problema de la inmigración es una remora de lo hecho por Piñera en la administración pasada, no se avanza en cambios sobre el tratamiento de este fenómeno que es mundial pero también regional. Unos de los argumentos de los antiinmigrantes es el del copamiento de los servicios sociales por lo extranjeros, olvidando que tales problemas se arrastran por décadas en nuestro país, como dice Waleska Ureta, Directora del Servicio Jesuita Migrante, “Nosotros no éramos Finlandia previo a los altos flujos migratorios.

Carlos Alberto Antipani /columnista de TVCordillera.cl