La mujer que amaba Montegrande

El año pasado viajé a La Serena con el expreso deseo de visitar el Valle del Elqui y visitar y conocer lo más posible el paso de Gabriela Mistral por esos lugares.

En La Serena fue difícil, quise visitar la Biblioteca nombrada en honor a la poeta y estaba cerrada por reparaciones, me aventuré al Liceo y tampoco resultó, por lo que quedaba adentrarse en el Valle.  Cerca del medio día emprendimos el viaje con mi amigo de La Serena, él se demoró un poco y tuvimos un desencuentro, pero luego se calmaron las aguas y el viaje fue una maravilla.  Mi amigo me interrogaba sobre Gabriela, esto es muy común, se sabe de su Premio Nobel, de algunas poesías, pero más allá de eso el desconocimiento es casi total.  Le conté la vida de gabriela en el trayecto a Montegrande. La verdad es que en esos lugares es patente el cambio climático, mucha aridez, oasis de verdor.  Al llegar a Montegrande uno piensa que a finales del siglo XIX este debería ser un caserío, pues hoy la falta mucho para ser una ciudad.  Nos imaginamos a Gabriela llegando a estos parajes con tres años, aquí aprende sus primeras letras, a escribir y adentrase en la religión.   

Gabriela siempre mostró un cariño especial por Montegrande, debemos pensar que fueron los años de felicidad en esa Casa Escuela, en el huerto, con su Madre, su Abuela y su Medio Hermana. Gabriela la andariega, que después del año veintidós, se va a México y de ahí ya no detiene su marcha hasta llegar Nueva York, su última parada.

En sus escritos siempre habló de Montegrande, aquí algunos párrafos de su puño y letra:

Para mí no existe la imagen infantil de la región como una de las vértebras o como uno de los miembros de la patria. Mejor me avengo, para dar metáfora al concepto, con aquello que los ocultistas de la Edad Media llamaban el microcosmo y el macrocosmo. La región contiene a la patria entera, y no es su muñón, su cola o su cintura. El problema del país, aunque parezca no interesar a tal punto, retumba en él; las actividades de los centros mayores, industriales o de cultura, y no digamos la política, alcanzan tarde o temprano a la región, con su bien o con su mal. El sentido de la segmentación del país en la forma de la tenia, que cortada vive como entera, no me convence”.

 

Nos cuenta Gabriela, que, a partir quizás de esta infancia feliz, siempre buscó lugares con vegetación, árboles, cielo, pues esto le volvía a su terruño querido.  Habla de nuestro cielo azul prístino, a diferencia del Europeo, “emborronado” nos dice.  Para escribir cuenta que no le cautiva una ventana que dé a una pared, quiere ver árboles y cielo, de lo contrario no escribirá.  Tiene una particular visión (Gabriela) sobre la patria y el patriotismo:

 “Pero menos entiendo el patriotismo sin emoción regional. La patria como conjunto viene a ser una operación mental para quienes no la han recorrido legua a legua, una especulación más o menos lograda, pero no una realidad vivida sino por hombres superiores. La patria de la mayoría de los hombres, por lo tanto, no es otra cosa que una región conocida y poseída; y cuando se piensa con simpatía el resto, no se hace otra cosa que amarlo como si fuese esto mismo que pisamos y tenemos. El hombre medio no tiene mente astronómica ni imaginación briosa y hay que aceptarle el regionalismo en cuanto a la operación que está a su alcance”.

En tiempos de feminismo, Gabriela tiene su opinión, no cree en el feminismo de las clases altas, más bien esta por el feminismo de las trabajadoras, de las dueñas de casa, que se encargan de regar en las noches, sólo acompañadas por la luna, que van a la vendimia, pelando duraznos.  Es la vida campesina que luego se irá transformando en migración hacia las ciudades y después a la capital.       Su vista abarca esta realidad, luego se transformará en escritos y versos.  Destaca su sensibilidad social, el trabajo, la explotación y las mejoras que traería una reforma agraria para el país, ideas lo más probable tomadas de la Revolución mexicana:

“Somos las gentes de esta zona de Elqui mineros y agricultores en el mismo tiempo. En mi valle el hombre tomaba sobre sí la mina, porque la montaña nos cerca de todos lados y no hay modo de desentenderse de ella; la mujer labraba en el valle. Antes de los feminismos de asamblea y de reformas legales, 50 años antes, nosotros hemos tenido allá en unos tajos de la Cordillera el trabajo de la mujer hecho costumbre. He visto de niña regar a las mujeres a la medianoche, en nuestras lunas claras, la viña y el huerto frutal; la he visto hacer totalmente la vendimia; he trabajado con ellas en la llamada "pela del durazno", con anterioridad a la máquina deshuesadora; he hecho sus arropes, sus uvates y sus infinitos dulces llevados de la bonita industria familiar española”.

 

Quien haya recorrido Montegrande encontrará acertadas las palabras de la Mistral    ”El valle es casi un tajo en la montaña”, hoy se nota muchos de los viñedos secos, debe ser la falta de agua, ya se ven más zonas sin vegetación, cambio climático, y uno se pregunta, de que vive esta gente si se acaba el agua, sus plantaciones, sus árboles.  Quizás lo más probable que quedará de ese pueblo la casa escuela, el museo y la tumba de Gabriela, pues sin agua, sin vegetación la vida se hará invivible.

“Allí no queda sino hambrearse o trabajar todos, hombres, mujeres y niños. El abandono del suelo se ignora: esas tierras como de piel sarnosa de lo baldío o de lo desperdiciado. Donde no hay roca viva que aúlla de aridez, donde se puede lograr una hebra de agua, allí está el huerto de durazno, de pera y granado; o está, lo más común, la viña crespa y latina, el viñedo romano y español, de cepa escogida y cuidada”

En un aniversario más de su nacimiento, 7 de abril de 1889, es decir 134 años, recordamos a esta mujer múltiple, poeta, escritora, diplomática, maestra y mucho más.  Recordamos su figura, su amor a ese pedazo de tierra enclavado entre cerros, que le vio crecer y partir, que no tuvo la dicha de morir en esos parajes. Hoy sus restos descansan en tierra montegrandina, ahí está, como siempre la casa escuela, el salón de clases que no debió cobijar más de veinte alumnas, su tumba en un bello espacio, una bella estatua con dos niños, una vez más ¡salud! Gabriela, entrañable, más que unas rondas, y la figura de una madre amorosa, son eso ¡pero mucho más!

Carlos Alberto Antipani   05/04/2023